sábado, 7 de marzo de 2015

Naturaleza del Calor


El calor representa la cantidad de energía que un cuerpo transfiere a otro como consecuencia de una diferencia de temperatura entre ambos. El tipo de energía que se pone en juego en los fenómenos caloríficos se denomina energía térmica. El carácter energético del calor lleva consigo la posibilidad de transformarlo en trabajo mecánico. Sin embargo, la naturaleza impone ciertas limitaciones a este tipo de conversión, lo cual hace que sólo una fracción del calor disponible sea aprovechable en forma de trabajo útil.

Las ideas acerca de la naturaleza del calor han variado apreciablemente en los dos últimos siglos. La teoría del calórico o fluido tenue que situado en los poros o intersticios de la materia pasaba de los cuerpos calientes en los que supuestamente se hallaba en mayor cantidad a los cuerpos fríos, había ocupado un lugar destacado en la Física desde la época de los filósofos griegos. Sin embargo, y habiendo alcanzado a finales del siglo XVIII su pleno apogeo, fue perdiendo credibilidad al no poder explicar los resultados de los experimentos que científicos tales como Benjamín Thomson (1753-1814) o Humphrey Davy (1778-1829) realizaron.

Una vieja idea tímidamente aceptada por sabios del siglo XVII como Galileo Galilei o Robert Boyle resurgió de nuevo. El propio Thompson, según sus propias palabras, aceptó la vuelta a aquellas «viejas doctrinas que sostienen que el calor no es otra cosa que un movimiento vibratorio de las partículas del cuerpo».

Las experiencias de Joule (1818-1889) y Mayer (1814-1878) sobre la conservación de la energía, apuntaban hacia el calor como una forma más de energía. El calor no sólo era capaz de aumentar la temperatura o modificar el estado físico de los cuerpos, sino que además podía moverlos y realizar un trabajo.

Las máquinas de vapor que tan espectacular desarrollo tuvieron a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX eran buenas muestras de ello. Desde entonces las nociones de calor y energía quedaron unidas y el progreso de la Física permitió, a mediados del siglo pasado, encontrar una explicación detallada para la naturaleza de esa nueva forma de energía, que se pone de manifiesto en los fenómenos caloríficos.

Una unidad muy empleada para medir esta energía (el calor) es la caloría: calor necesario para que 1 g. de agua aumente 1ºC su temperatura.
No todos los cuerpos se calientan de la misma forma. El calor específico es la propiedad de los cuerpos que mide esa diferencia y se puede definir como el calor necesario para que la unidad de masa de un cuerpo aumente 1ºC su temperatura.

El calor cedido o absorbido por un cuerpo se puede medir por la expresión:
Q = m·c· (Tf-To) donde m es la masa del cuerpo, c su calor específico, Tf su temperatura final y To su temperatura inicial.

Una caloría equivale a una transmisión de 4.18 J de energía , lo que nos permite escribir todas las expresiones anteriores en unidades del Sistema Internacional. Así, el calor específico del agua Ca = 1 cal/gºC = 4180 J/kgºC

Teoría calórica

La teoría calórica fue un modelo con el cual se explicó, durante un tiempo bastante prolongado, las características y comportamientos físicos del calor. La teoría explica el calor como un fluido hipotético, el calórico, que impregnaría la materia y sería responsable de su calor.

Para Lavoisier, las moléculas de todos los cuerpos de la naturaleza están en un estado de equilibrio, entre la atracción que tiende a aproximarlas, y la acción del calórico, que tiende a separarlas. Según su mayor o menor cantidad de calórico, los cuerpos son gas, líquido o sólido.

El calórico se difunde entre los cuerpos, pasando de uno a otro por contacto, incluso entre los seres vivos. Las quemaduras producidas por congelación se explicaban porque el calórico causaría los mismos daños en la piel, tanto al entrar en el cuerpo como al salir.

El calórico se haría visible en las llamas, que estarían formadas en su mayor parte por dicho calórico desprendiéndose de los cuerpos. Las distintas sustancias presentarían distintas solubilidades para el calórico, lo que explicaría su distinto calor específico.

La teoría del calórico fue ampliamente aceptada, ya que incluso explicaba los experimentos de Joule sobre la equivalencia entre calor y trabajo, interpretando que al frotar un cuerpo, se romperían las vesículas microscópicas que contienen el calórico, liberando calor. Sin embargo, la teoría fue perdiendo adeptos, al no poder explicar diversos problemas, como la masa nula del calórico, por lo que fue abandonada a mediados del siglo XIX.

Contribuciones a la teoría del calor

Rumford hizo contribuciones de importancia a la comprensión de la índole del calor, pero la mayoría de sus experimentos estaban destinados a demostrar la incorrección de la teoría del calórico, corriente en su época. Solo una vez comprendidas cabalmente nuestras ideas actuales, los físicos posteriores interpretaron los experimentos de Rumford como demostrativos de que el calor es una forma de energía.

El conde Rumford prestó atención a la teoría del calor, por primera vez, durante la serie de experimentos que realizó en Inglaterra, en el año 1778, sobre la fuerza de la pólvora.

La teoría calórica del calor, predominante en esa época, definía a éste como un fluido libre de penetrar en un cuerpo cuando se lo calentaba y salir del mismo modo cuando se enfriaba. El fluido en cuestión poseía volumen; por consiguiente, un cuerpo caliente se expandía cuando el fluido penetraba en él y se contraía cuando el fluido lo abandonaba. La teoría calórica del calor explicaba los hechos conocidos y sobre la base de sus razonamientos, los hombres de ciencia pudieron predecir muchos fenómenos antes de su descubrimiento experimental. Si uno piensa en los términos vinculados a la física del calor, descubre que nuestra terminología refleja todavía la influencia que esta teoría ejerció sobre el pensamiento de los físicos durante los siglos XVIII y XIX. Hablamos del "flujo" de calor desde un cuerpo hacia otro. Medimos la cantidad de calor en "calorías" y hablamos de la "cantidad de calor" que posee un determinado cuerpo. Medimos esta "cantidad de calor" con un "calorímetro". Hasta la aparición de la termodinámica, en la década 1860-70, los físicos carecían de herramienta alguna con la cual decidir entre las diversas y contradictorias teorías sobre la naturaleza del calor.


Como se sabía que en la explosión de la pólvora se generaba abundante calor, se consideraba que el mecanismo de propulsión era el fluido calórico liberado como resultado de la reacción química presente en la explosión. Así, en su intento de explicar la fuerza de la pólvora, Benjamín Thompson decidió naturalmente estudiar en teoría, y también de manera experimental, la física básica del proceso. En el curso de su trabajo, le desconcertó el hecho de que cuando disparaba su cañón sin balas, el barril se calentaba más que cuando realmente disparaba proyectiles. Si la cantidad de calor producida en la explosión era resultado de la liberación de calórico, debía ser siempre la misma, cualesquiera fuesen las circunstancias de la explosión. Y descubrió que esto no era cierto.


En Woburn, durante su juventud, Thompson había leído el Treatise on Fire [Tratado sobre el fuego] de Boerhaave y sabía que según la teoría propuesta por este autor, el calor, al igual que el sonido, era producto de la vibración de un cuerpo. La teoría de Boerhaave explicaría las observaciones de Thompson, pues al expandirse, los gases producidos por las explosiones pasaban por el cañón con mayor velocidad cuando estaban libres que cuando impulsaban un proyectil. Concluyó que las explosiones de mayor velocidad producían una oscilación de mayor frecuencia en el metal del cañón y, por consiguiente, una temperatura más elevada. Tomando esta conclusión como punto de partida, pasó su vida buscando experimentos que refutaran la teoría del calórico y, de paso, contribuyeran a fortalecer su creencia en la teoría vibratoria del calor.


Como hemos visto, el conde Rumford ascendió hasta llegar al puesto de Inspector General de Artillería del ejército bávaro. Como tal, era responsable de la producción de fusiles y cañones militares. El trabajo de ingeniería en el arsenal de Munich le brindó una oportunidad sumamente afortunada para llevar a cabo algunos experimentos notables. En el más famoso de sus experimentos, sobre perforación de cañones.

Experimentos destinados a refutar la teoría del calórico
Uno de los experimentos más ingeniosos de Rumford surgió como resultado de su incansable búsqueda de hechos con los cuales refutar la teoría del calórico; trató de medir el peso del calor. Conforme a dicha teoría, la conducción del calor se producía debido a una gran atracción entre la materia y el calórico. Cuanto menos calórico poseía un cuerpo, tanto mayor era la atracción que sus átomos ejercían sobre el fluido calórico. Así, por ejemplo, cuando se agregaba calor a un extremo de una barra sólida, los átomos del extremo caliente adquirían mayor calórico que sus vecinos y, al poseer ese exceso, atraían menos al calórico.

Los átomos vecinos atraían entonces hacia sí el exceso de calórico y continuaban haciéndolo hasta que todos los átomos del cuerpo hubieran adquirido el mismo contenido de calórico. Se consideraba que toda atracción de una sustancia cualquiera por otra era una fuerza gravitatoria. Esta teoría pronosticaba, por ejemplo, que los cuerpos más densos tendrían mayor conductividad que los menos densos. El mismo Benjamín Thompson llevó a cabo una larga serie de investigaciones bajo el título de Propagation of Hear in Various Substances [Propagación del calor en diversas sustancias], a fin de demostrar que sustancias de distintas formas y condiciones tenían conductividades térmicas proporcionales a sus densidades y que una sustancia determinada, al aumentar su densidad, resultaba mejor conductora del calor.




Estos experimentos parecieran indicar, a primera vista, que Rumford realizaba afanosos intentos por demostrar la teoría del calórico. En verdad, sin embargo, esta serie de experimentos fue de índole preliminar, a fin de convencerse de los hechos, y una vez demostrado que cuanto mayor es la densidad tanto mayor es la conductividad, extrajo una conclusión: si esta teoría era correcta y si realizaba sus experimentos en el vacío, en ausencia de toda sustancia material, no debía haber conductividad térmica alguna, pues no habría átomos para atraer al calórico.

lamina l
Usando el aparato representado en la lámina l, demostró que si hacía el vacío en el espacio que rodeaba al termómetro, podía todavía transmitir calor desde afuera al termómetro suspendido dentro del artefacto; de esa manera se demostró a sí mismo, al menos, que el calor se transmitía al parecer sin ayuda de sustancia material alguna; los partidarios de la teoría del calórico tropezaban con grandes dificultades para explicar este fenómeno. A tal fin, los defensores de esta teoría introdujeron el concepto de calórico radiante, el cual no se transmitía por la atracción que las sustancias materiales ejercían sobre el fluido, sino —en ausencia de materia—por una propiedad de autor rechazo del fluido mismo. Esto mereció de Rumford el siguiente comentario: "Debo confesar que por más que pudiera desearlo, nunca podría conciliar mi ánimo con el calórico, pues no puedo imaginar cómo puede comunicarse el calor de dos maneras totalmente distintas entre sí". Señalemos, dicho sea de paso, que este razonamiento de Rumford era muy deficiente, pues existen dos maneras de comunicar calor: radiación y conducción.

Su razonamiento no era, por cierto, suficiente justificación para rechazar una teoría, por inadecuada que ella fuese.
Como la explicación de muchos fenómenos térmicos se basaba en la supuesta e intensa atracción entre el fluido calórico y la materia, se habían hecho numerosos intentos de medir la fuerza existente entre el calórico contenido en un cuerpo y la tierra o, dicho en otras palabras, el peso del calórico. El conde Rumford llevó a cabo un experimento muy ingenioso, tratando de determinar el peso del calórico.
Llenó de agua una botella, de alcohol una segunda y de mercurio una tercera, y cerró herméticamente las tres. Las tres botellas tenían exactamente el mismo peso. Rumford las colocó en una habitación a 18 °C y esperó veinticuatro horas para permitirles alcanzar un definido equilibrio de temperatura. Luego verificó los pesos de las tres botellas, todavía idénticos. Abriendo las ventanas de la habitación, permitió que la temperatura descendiera a -1,1 °C y luego, mediante un cuidadoso contralor, las mantuvo a este nivel durante cuarenta y ocho horas. Al término de este lapso, la pesada precisa de las botellas demostró que todavía los pesos eran iguales cuando los medía en su balanza. Rumford sabía que los calores específicos del alcohol y del mercurio eran muy distintos v, por lo tanto, eran distintas las cantidades de calor entregadas por los dos cuerpos al enfriarse desde 18 hasta -1,1 °C; mucho mayor para el mercurio, con su calor especifico elevado, que para el alcohol. Pese a estas grandes diferencias en la cantidad de calor, era imposible observar diferencias mensurables de peso. El agua se había congelado, por supuesto, entregando una gran cantidad de calor al pasar del estado líquido al sólido.

Este calor latente, aunque de valor elevado, no había modificado el peso de la botella de agua, al compararla con el de la botella de alcohol, el cual no se había congelado. Muchos físicos de la época opinaron que Benjamín Thompson se excedió al afirmar: "Todos los intentos de descubrir un efecto del calor sobre el peso aparente de los cuerpos, serán infructuosos". Sin embargo, nadie pudo mejorar su experimento y llegar a una solución distinta.

La teoría del calórico explicaba con facilidad la dilatación y contracción de los cuerpos al calentarse y enfriarse, si se admitía que el fluido térmico poseía volumen. Al calentar un cuerpo, el calórico ocupaba espacio y el cuerpo debía necesariamente aumentar su tamaño. Análogamente, cuando un cuerpo se enfriaba, perdía calórico y por tanto se contraía. Buscando campos en los cuales atacar la teoría del calórico, Rumford realizó una larga serie de experimentos, a través de varios años, para demostrar de manera concluyente que el agua no se contraía en forma continua al enfriarla hasta llegar a su punto de congelación. No ofreció teoría alguna para explicar el comportamiento peculiar del agua, cuya máxima densidad se registra a los 4 °C y que, por lo tanto, se dilata entre 4 y 0 °C, antes de congelarse. Con todo, su objetivo era presentar, sin lugar a dudas, un fenómeno que los partidarios de la teoría del calórico no podían explicar.

Links:
http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_cal%C3%B3rica

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